12 junio, 2007

PROYECTANDO LA HIPÓTESIS

(Artículo escrito para la Fundación Tomás Moro - www.fundaciontomasmoro.com)

Esta frase dicha por ella “La grandeza no consiste en hacer todo aquello que se quiere, sino en querer todo aquello que se debe” adquiere realce cuando se investiga en la vida de la Reina Cristina de Suecia (1626 – 1689). Cuando la Reina Cristina abdicó de su Real gobierno - según las crónicas de la época – el respeto hacia ella y su autoridad moral era tal, que nadie se atrevió a retirarle la Corona y tuvo que hacerlo ella misma.

Versiones contradictorias giran en torno a la decisión de la Reina Cristina de Suecia. Una de ellas, parte del motivo verdadero de su abdicación, que no fue otro que su conversión al catolicismo. La otra, versa sobre su supuesta historia de amor y pasión con el Embajador de España, el Conde de Pimentel.

El hecho real es que la Reina Cristina de Suecia, fue una mujer amante de la cultura, la ciencia, las artes, las letras, rodeándose de personajes de la talla de Descartes y Grocio. El profundo conocimiento de los errores históricos provocados por su padre el Rey Gustavo Adolfo II marcó las pautas de su conducta como Reina y como católica en el exilio en Roma hasta que murió. Nunca renegó del legado que Suecia le otorgó y se reconoció heredera de algo superior a ella misma y que le precedía.

Cuando se piensa en el Cuerpo Diplomático, se da por hecho que los representantes de España en el extranjero son profundos conocedores de su nación, su historia, sus símbolos, tradiciones, de la impronta dejada en cualquier lugar del mundo a lo largo de los siglos. Se asume y presume que detrás de esos miembros del Cuerpo Diplomático están personas que han superado unas difíciles oposiciones, años de estudio, de preparación, aprendizaje de idiomas, dominio de temas y legislaciones propias e internacionales. Amplísima preparación cultural, apertura y profundización de lo no español. Expertos en saber dónde está España respecto de los otros, dónde debe llegar, cómo ha de mantenerse, de qué forma velar, cuidar, ayudar y vigilar la acción de los españoles en otros países. Veladores de la armonía, intermediarios de paz en conflictos.

El Cuerpo Diplomático es consciente de que representa a todo un país, a una nación. Sus gestos, conversaciones, trato diplomático, preparación humana, profesional e intelectual no es una casualidad, detrás hay toda una nación a la que se representa. Hay una conciencia de representatividad que relega los propios intereses del diplomático. Su esencia no está en él sino en lo que representa y ahí radica su dignidad. Su rango profesional, su sueldo, viene abalado por sus muchos años de preparación.

El rostro de España en cualquier lugar del mundo exige conciencia de lo que es España, exige una preparación intelectual sólida, estructurada, profundamente humanística, conocimiento de lo propio y de lo ajeno, un bagaje cultural que haya recorrido la historia, el arte, la literatura, la ciencia, el espíritu y religiosidad de esa nación a lo largo del tiempo. Profundización de la aportación de tu nación al resto del mundo. Un diplomático no es elegido por sufragio universal, sin embargo su esencia es la de ser representante, embajador, voz, expresión y legado de la historia de una nación.

Un diputado en las Cortes generales, un Senador, un diputado en la Cámara autónoma... sí es elegido por sufragio universal. Representa a cada uno de sus votantes que son personas con voz, opinión, criterio que confiadamente delegan sus deseos de mejorar su ciudad, su región, su nación a los diputados, concejales, al Gobierno, etc.

El Cuerpo Diplomático nace en una escuela de diplomacia. Si antes destacamos la importancia del diplomático, cabría preguntarse si debiese o podría existir una escuela, una única escuela que forme en la excelencia a toda persona aspirante a la carrera política, con las mismas exigencias humanas, intelectuales y espirituales (categorías que integran y conforman la persona).

Ese fundamento en la formación garantizaría la solidez de los representantes del pueblo soberano. La soberanía radica en el pueblo, no en sus representantes. Se intuye que los papeles hoy en día están cambiados. La esencia del político debería no estar en él, en sus intereses personales (sueldo, seguridad laboral, designación a dedo por otros) sino como en el caso del diplomático en lo que representa, y representan a personas.

Para responder a la pregunta ¿sería posible la hipótesis de tener una única escuela de formación de políticos?. Antes de plantearse si fuese algo utópico hay que afirmar que el hombre, la persona es anterior a la ideología, al pensamiento. El hombre conforma y elabora el pensamiento, pero para llegar al pensamiento, requisito previo es el conocimiento, la formación, el criterio, saber qué es el hombre y que hay de común en todo hombre, en toda persona, único fundamento de la sociedad, y por extensión única razón de ser del político, el servicio a la sociedad, no a sí mismo.


Un punto de partida es el reconocimiento de lo que durante siglos se ha denominado Ley Natural, todo aquello inscrito naturalmente en el corazón humano que le distingue del resto y que encauza de forma natural su conducta. Permite al hombre discernir el bien del mal, por medio del uso de la razón.

Santo Tomás de Aquino definió la Ley Natural de la siguiente forma: La “ley eterna en la criatura racional”. Dirige y ordena nuestros actos para la adecuada realización de los bienes que nos son propios. Las leyes naturales determinan el tipo de comportamiento que corresponde a cada cuerpo o ser natural.

La Ley natural... propiedades:

La ley natural posee un valor objetivo.- Está impresa por Dios en los hombres y no depende de ideas propias o pareceres subjetivos. Se puede juzgar con acierto o error respecto a ella, pero la ley natural es independiente de esas opiniones.


La ley natural es universal.- Abarca a todos los hombres. A pesar de diferencias de razas y culturas, todos poseen la misma naturaleza humana y por tanto los mismos derechos y deberes fundamentales;


La ley natural es inmutable.- Permanece a lo largo de la historia. Mientras el hombre sea hombre, no pueden alterarse las normas que le afectan por el hecho de ser humano.
Otro aspecto que emana de la Ley natural es la Ética, entendida como la ciencia de las costumbres. Lo que le interesa a la ética es estudiar la bondad o maldad de los actos humanos, sin interesarse en otros aspectos o enfoques. Por lo tanto podemos determinar que su objeto material de estudio son los actos humanos y su objeto formal es la bondad o maldad de dichos actos. Con esto podemos da una definición real de la ética como la Ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos. Con esta definición tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro de carácter racional. No nos referiremos aquí a las derivaciones tan de moda hoy en día de la ética, que si ética de la economía, que si ética de lo social, que si ética de la empresa, que si ética de la mujer, que si ética de la educación. La ética es una y de ahí emanan aplicaciones concretas a ámbitos concretos.

De lo anterior podemos hablar de los valores humanos y universales. El valor en sí mismo, el concepto de valor es una abstracción. Un valor sólo lo es en la medida en que está encarnado por la persona. La honestidad, la coherencia, la disciplina, la veracidad, la nobleza, la sencillez, la libertad, la rectitud, la generosidad son abstractos que se hacen realidad en la persona honesta, en la persona coherente, en la persona disciplinada, en la persona veraz, en la persona noble, en la persona sencilla, en la persona libre, en la persona recta, en la persona generosa por servicio a los demás.

Estos valores, entre otros muchos, son condición sine quanom en el político. Porque un político ha de responder y representar a los otros, a los que le han votado, a los que han depositado su confianza en él. Un político ha de ser servidor, esclavo del prójimo, sólo al otro le debe ocupar el lugar que ocupa y a él le ha de rendir cuentas, no al contrario.

La comunidad política, entendida la comunidad política como el partido o el grupo de personas que coinciden en su forma de entender la sociedad. La comunidad política debería exigir no el carnet de pertenencia al partido, sino la acreditación de haber pasado por esa escuela profunda y humana que hipotéticamente hemos llamado “Escuela de formación de políticos”.

El político, toda persona dedicada a la política, independientemente de su ideología, que por lo dicho es lo que menos importancia tiene en relación con lo anterior, debería preguntarse si está realmente capacitado, preparado, si amerita estar donde está examinándose profundamente, siendo hombre y persona antes que político.

Es triste acudir al Senado, al Congreso y constatar que las leyes se aprueban en su mayoría por personas que ignoran el tema sometido a votación. Es triste acudir al Senado, al Congreso y constatar la indisciplina existente. En cualquier empresa pública o privada hay unos mínimos, puntualidad, responsabilidad, conocimiento y dominio del tema que se te delega. Más triste aún es constatar el paso por la vida de personas inmersas en el mundo de la política que han dejado transcurrir su existencia a costa de los demás, a expensas de la bondad de su partido y de la ignorancia e impotencia del contribuyente.

“La grandeza no consiste en hacer todo aquello que se quiere, sino en querer todo aquello que se debe” adquiere realce cuando hay personas del espectro público e institucional que son capaces de cumplirlo y vivirlo en su vida privada y en su vida pública. Si uno no es capaz, su grandeza radicará en el reconocimiento humilde, sincero y sencillo de que no se está a la altura de lo que se representa y ahí la persona se engrandece, aunque el político desaparezca.