EUFEMISMOS CONECTION

Estupendo artículo de alguien que más quisiera yo fuera "mi negro" el día que llegara o llegase a escribir un libro. Merce la pena leerlo por su total claridad, fina ironía y porqué no valentía.

Un eufemismo es aquella palabra que a modo de gabardina oculta otra que si fuera mostrada al desnudo, tal como la trajo el diccionario, nos causaría repelús, estupor y hasta horror. El eufemismo es ese barniz, esa pátina de decencia, que convierte en decorosas palabras de semántica adversa, el maquillaje que disimula su mal aspecto, que las hace presentables en diferentes verbenas políticas, económicas, laborales y sociales. Eufemística es por ejemplo la expresión “solución final” empleada por los nazis para ocultarle al mundo el exterminio de seis millones de judíos, o “limpieza étnica”, usada por Milosevic para justificar el genocidio de miles de albano-kosovares. Eufemismo es llamarle a la guerra “conflicto armado” y a sus víctimas “daños colaterales”, a una bajada de sueldos “reajuste salarial” y a las pérdidas económicas “crecimiento negativo”. Eufemístico es denominar al aborto “interrupción voluntaria del embarazo” y a la píldora del día después “anticoncepción de emergencia”.

Yo me pregunto por qué hoy en día los políticos, los medios de comunicación y ciertos lobbies interesadillos y tramposones abusan tanto de estas “felices palabras” que no son elegidas así, por casualidad, al tun- tun – eufemismos , como veremos más adelante, hay muchos, hasta inofensivos y convenientes- sino buscando siempre por su habilidad de ocultación los más malévolos.. Es lo que yo he denominado “Eufemismos conection”, una trama disimuladora de incómodas verdades cuyo fin no es otro que predisponernos a favor de una idea perversa que se nos muestra por el contrario como algo sumamente atractivo.

Empecemos por el principio. ¿Siempre han existido los eufemismos? Sí, en todas las culturas y lenguas asistimos a este singular fenómeno filológico de embellecimiento del idioma. Por poner algunos ejemplos, en nuestro país, desde muy antiguo el homo sapiens hispánico prefirió llamar a las prostitutas “mujeres de vida alegre”, término con el que cualquiera, empezando por las interfectas, simpatiza enseguida, reservando las consabidas cuatro letras para otros fines, por ejemplo, mentar a la madre de uno. También denominamos a las tatas de toda la vida “servicio doméstico”, expresión que da caché al gremio de las asistentas, e incluso a las que vienen por horas y solo un día a nuestras casas, nada que ver con las tatas de antes. Hay eufemismos que hacen justicia. En nuestros días un inválido ya no es un inválido sino un “discapacitado”; alguien se dio cuenta de que no había relación alguna entre no poder mover el cuerpo, ser ciego o sordo con ser válido en otros ámbitos. Los eufemismos pueden ser incluso caritativos. Es lo que ocurre cuando decimos a un niñito que “el abuelo se fue al cielo” o llamamos al borracho “alcohólico” y al heroinómano “drogodependiente”. Y hasta humorísticos. Algunos no dejan de tener enorme gracia; siempre me causará risa que definamos por “baño” lo que además de bañera contiene un retrete. Por haber, hay hasta chistes eufemísticos que pretenden suavizar una verdad: “Dice una madre a su hijo en el lecho de muerte: Hijo ¿he sido buena madre? ¡Necesito saberlo! Sí, mamá -contesta aquél- desde muy pequeño me enseñaste a valerme en el mundo. Debí ser el único bebe de ocho meses que se cambiaba los pañales él solito”.

Junto a estos eufemismos inofensivos o al menos neutrales, pues apenas causan estragos en nuestra percepción de la realidad, coexisten otros más nocivos, mucho más dañinos que llamarle a un atascazo en hora punta “tráfico intenso”.

Volviendo al ejemplo de las mujeres de vida alegre, calificar de “aventura amorosa” una relación sexual mantenida con otro u otra que no sea nuestra propia pareja no es solo un notorio despiste, ¡los eufemismos son tan distraídos!; a tal relación deberíamos llamarla simple y llanamente adulterio, que es palabra muy propia, más antigua y origen principal del infortunio matrimonial .

El sexo es precisamente uno de los terrenos propiciatorios del eufemismo. Tomemos por ejemplo palabras como promiscuo hoy sustituida por “sexualmente activo” o pornografía definida como “material para adultos”. Las putas ya no son putas sino “trabajadoras sexuales” y el condón se nos vende como “sexo seguro” aunque a ningún fabricante de profilácticos se le ocurriría afirmar tal cosa ante la máquina de la verdad. Los anuncios de servicios sexuales de los periódicos son asimismo divertidos ejercicios eufemísticos. Lo han sido siempre. “Jessica, jovencita inexperta. Llámame” (no me he tomado la molestia de coger el teléfono y marcar, pero apostaría algo a que su verdadero nombre no es este, ronda la treintena y tiene como poco un master en relaciones extraconyugales).

En materia sexual juegan igualmente un importante papel los disfemismos , que son lo contrario de los eufemismos, y sirven para expresan sin pudor alguno, a las bravas, cuestiones sexuales pero intentando reducirlas a mero deguste animal y machistoide: así ocurre cuando en vez de oír ”hicimos el amor”, parece trasnochado y cursi, escuchamos “me tiré a una tía que tenía por lo menos dos polvos”.

Es increíble lo que está ocurriendo con los gays y su errónea interpretación de la palabra “homofobia”. No se comprende que la usen indistintamente tanto para referirse a la persona que arremete verbal o físicamente contra ellos, hecho que cualquier persona sensata denigraría, como para tildar injustamente de “homófobos” a quienes simplemente mantienen una opinión perfectamente respetable que además defienden pacíficamente. Choca esta práctica con el hecho de que los gays utilicen extranjerismos como el mismo vocablo gay, quizá para esquivar el de homosexualidad, o que el colectivo transexual denomine “reasignación de sexo” a lo que es un cambio de sexo.

La eugenesia es otro de los caldos de cultivo de dañinas palabras trampa y voces atenuantes con las que lamentablemente se aprueban leyes que validan términos como “pre-embrión” (por embrión) a pesar de haber sido rechazado de pleno por la comunidad científica. Ya no nos llama la atención tampoco que las clínicas reproductivas definan como “desecho biológico” a un bidón de nitrógeno congelado que contiene miles de niños por nacer, o que clínicas abortistas se hagan llamar a sí mismas sorprendentemente “de planificación familiar” o al feto abortado “producto de la no concepción”, ni que las asociaciones proabortistas se anuncien como grupos “pro-opción” (como si hubiera para ellas alguna otra opción salvo la de quitar la vida). Obsérvese la tendencia en la mayoría de estos eufemismos en destacar una palabra de significado abiertamente positivo o que remite a un concepto positivo.

Otros eufemismos se convierten en tales por una “ligereza” en la traducción, que es donde se detecta su manipulación. Por ejemplo no hay necesidad alguna de traducir el término griego eutanasia, que significa literalmente buena muerte, por “muerte digna” y sin embargo podemos verlo más veces escrito así en la prensa. En ocasiones dicho eufemismo, una vez catapultado a las audiencias, no se menciona como tal sino que se le hace surgir espontáneamente en nuestra mente presentándonos tendenciosamente dos términos claramente antagónicos: relacionar eutanasia con encarnizamiento terapéutico no nos deja otra salida que preguntarnos por nuestro derecho a una “muerte digna”.¿Pillan el truco?

En el paradisíaco mundo del eufemismo tampoco hay desde hace tiempo pobres sino “personas bajo el umbral de pobreza”, y uno de los eufemismos más terribles para definir el lugar donde estos habitan es el de “Tercer mundo”. Nuestra capacidad de protección contra los eufemismos es tan baja que la mayoría de nosotros hemos asimilado el ordinal sin reflexión alguna. Tercero...parece un mundo que va a la cola del nuestro ...¿pero dónde está el que le precede, el Segundo mundo? No existe. A los países que conforman el Tercer mundo también se les llama “países en vías de desarrollo” o “subdesarrollados”; así se elude hablar de los países empobrecidos muy probablemente por culpa nuestra.

No solo la geopolítica es eufemística. La historia sin ir más lejos ha dado grandes muestras del etnocentrismo del primer mundo. Esta nos dice por ejemplo que los bárbaros saquearon Roma, los turcos arrasaron Bizancio, los moros invadieron España, y España, en cambio, “descubrió” América. La política hace otro tanto. Es especialista en cruzar palabras semánticamente opuestas o alejarlas de su significado real: “cultura de la violencia” (por anticultura de la violencia), “violencia de baja intensidad”(por kaleborroka), etc.

Como ven, la lista de eufemismos es interminable. Su proliferación es producto de una guerra a este paso imparable que causa muchas bajas, la primera de ellas, la de la verdad. El eufemista juega con la baza de la desinformación de las masas, con su incapacidad para separar el trigo de la paja, y con la mal llamada y no obstante creída y venerada “transparencia informativa”. Es misión de todos nosotros luchar con fuerza contra estos misiles del lenguaje que intentan inmunizarnos de toda opinión y debate, y defender en definitiva lo que nos dijo Jesucristo, la verdad os hará libres, quien por cierto en todo momento (sirva como ejemplo cumbre la Última Cena) gustó de llamar al pan, pan y al vino, vino.

Paloma Torrente (septiembre 2006)


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