09 octubre, 2006

UN CONGRESO MUNDIAL EN MADRID

Conozco a muchas personas que ven poco la televisión, escuchan algo la radio y leen noticias bien seleccionadas por Internet. Este perfil que describo corresponde a ese tipo de personas poco común en la durmiente sociedad española. Estas personas que conozco cuando te topas con ellas no tienen prisa, te escuchan con atención, gozan de un envidiable sentido del humor, responden a las llamadas de teléfono y también por mail, atienden familia e hijos, invierten tiempo y energías después de la agotadora jornada laboral en acciones guiadas por sus ideales, ya sea a favor de una sociedad mejor o en favor de la Iglesia.

Muchas de estas personas que tengo la suerte de conocer hacen muchas cosas pero antes meditan y oran lo que hacen. Contemplar la vida de estas personas para mí es un misterio digno de admiración y en mis momentos de silencio y soledad aportan la nota de alegría, regocijo e ilusión necesarias para continuar con esta maravillosa pero a veces fatigosa vida.

Mañana la ciudad de Madrid, concretamente la Archidiócesis de Madrid, acoge un Congreso mundial de televisiones católicas, inspirada por la Santa Sede a través del Pontificio Consejo para las comunicaciones. La misión de la Iglesia es universal por definición, su evangelización se extiende a bautizados y a personas aún no bautizadas, de otras confesiones, y personas que en definitiva aún no se han encontrado con Dios.

Este Congreso es motivo de alegría y esperanza, pero también motivo para la reflexión.

Parte de su público objetivo son ese tipo de personas descrito más arriba. Ese público objetivo es como la levadura o la parábola del grano de mostaza que describe el Evangelio y por tanto las patas, los brazos, las voces de Cristo y de la Iglesia, ese incontable número de apóstoles seglares dispersos por el mundo que como seres humanos que son, necesitan refuerzo, apoyo, nuevas inspiraciones, enfoques, formación etc. y eso que necesitan en muy buena medida es responsabilidad de la radio y la televisión católicas.

Este público por esencia es exigente, exigen a los medios católicos lo que de Ella han recibido: dinamismo, amor a Dios y a los demás, formación, celo apostólico, creatividad, alegría, adaptación a tiempos y lugares, liderazgo, innovación, en definitiva hacer el mensaje y la forma de comunicación tan atractivo que enganche.

Es difícil lo que muchos deseamos y esperamos de nuestra televisión y radio católicas, un evangelio sin glosa, una espontaneidad sin perder las formas ni la esencia del mensaje, una iglesia de rostros vivos, no una iglesia de rostros sólo devotos. Este es el gran reto entre otros, de este Congreso Mundial de Televisiones Católicas para que llegue un día en que digamos “sí, estoy enganchado a este y este canal de televisión y radio católicos porque no me echa para atrás, me entretiene, me gusta, me forma e informa”. Esa es nuestra esperanza.


Aparte de ese gran público objetivo ya católico o creyente convencido, están otras muchísimas personas de bien que esperan encontrar en los medios católicos esa gran parcela de la Verdad heredada del mensaje de Cristo y no desvirtuada. Gran tarea la de la Iglesia, exige mucha adaptación, flexibilidad, criterio pero sobretodo no perder nunca conciencia del mensaje de la Buena Nueva como si cada día fuera un nuevo descubrimiento. Mucha escucha al Espíritu Santo el conquistador de corazones por excelencia.